sábado, 14 de marzo de 2009

Renacer

Es preciso decir que quien nunca amó no es capaz de sentir odio. El día en que murieron Martín y Carla, nada más fue capaz de hacerle sentir felicidad al sr. Amuchástegui. Su hijo menor dejó este mundo junto con su nuera y su vida se fue con ellos.
La semana anterior al accidente habían anunciado, con una profunda alegría, que ella estaba esperando en su vientre un nuevo integrante de la familia. Mariana, la hermana melliza de Martín, también les había dado la noticia pero su panza anunciaba ya la buena nueva con un gran resplandor. La increíble felicidad que rodeaba a la familia duró bastante poco y aunque una integrante estuviese esperando un nuevo retoño, no hicieron que el gran dolor y el inmenso odio que sintió el sr. Amuchástegui se privasen de invadirlo.
La muerte se produjo a raíz de un accidente de tránsito. El hecho se produjo cuando una camioneta, partícipe de una picada, quizo cruzar en rojo el semáforo y se encontró con el auto que conducía Martín. Los decesos se produjeron en el instante.
Sin saber lo que había pasado, Mariana empezó con trabajo de parto, por lo cual, su marido la llevó al hospital. En la casa del sr. Amuchástegui reinaba el silencio en la oscuridad, y desde los ventanales se podía ver la tormenta que caía sobre la ciudad.
Eran las 4 de la mañana y sonó el teléfono; desde el otro lado de la línea una voz aguda le dijo, fingiendo tristeza y pesar, que su hijo, su nuera y su futuro nieto habían fallecido. Agradeció la información y colgó. El llanto y los desgarradores gritos de dolor fueron más fuertes que los truenos. Dirigió su vista hacia el cielo y, sin dudarlo, le gritó a la vida y a Dios que los odiaba con toda su alma y que él iba a hacer todo lo posible para no caer y para demostrar que era mucho más fuerte que la vida. Una hora después, el silencio volvió a romperse con el sonido del teléfono. Esta vez era para comunicarle que su hija había dado a luz a dos mellizos. Sin dudarlo, le dijo que les pusieran el nombre de Carla y Martín. Claramente, la vida le había dado un mensaje de esperanza y de que todos tenemos que ser fuertes ante la adversidad.
Cuando Carla y Martín dejaban la vida, ellos mismos volvían a nacer en dos nuevas criaturas que iban a llevar sus nombres y que de ahora en más eran la luz de los ojos de su abuelo. Por ellos iba a vivir de ahora en más.