sábado, 24 de octubre de 2009

Libertad de opinión

Nunca entendió por qué se fue. Quizás fue la desesperación de quedarse encerrada o porque sintió que del otro lado había algo más interesante. Para mí, fue la intriga. Siempre estuvo ahí aunque nadie se lo impusiése, o sí. Todas las mañanas iba a visitarla una amiga que le traía noticias frescas del exterior, de esa manera se enteró que durante un tiempo hubo gente feliz que iba y venía con muchas cosas en las manos, luego de eso se enteró que la gente ya no andaba con más cosas abundantes sino que cada vez más gente se sentaba en la calle y se recostaba sobre ella; luego notó que esa misma gente un día fue a donde ella vivía, gritando y golpeando cosas grises con vehemencia, otros fueron llorando. Hasta que un día escuchó un estrepitoso ruido que la asustó y que de a poco el sonido se fue yendo. Sin saberlo, le había contado a su amiga que había vivido unos de los momentos más estremecedores de la historia argentina.
Fueron tantos los momentos que la escuchó hablar y fue tanta la curiosidad de ver todo eso con sus propios ojos que, un día decidida a ver eso, esperó a que cayera la noche para irse, y así fue. La luna llegó, esperó a que las luces estuvieran apagadas y que no se escucharan ruidos en la casa, entonces decidió morder de a poco la puerta para romperla y poder salir. Con el objetivo cumplido, llegó al suelo y tratando de no emitir ningún sonido, se escabullió entre los muebles antes de llegar a la puerta; una porción de ella estaba rota por el paso del tiempo con lo cual se metió en ese hueco y después de una larga vida bajo el techo conoció el aire puro de la libertad. En su estadía en la casa, aprendió a leer y escribir gracias a escuchar las conversaciones y leer los libros que uno de los más pequeños dejaba abierto cerca de ella. Por ese motivo, cuando salió y leyó los carteles quedó asombrada por las cosas que se decían en la calle y que no se debían decir por una cuestión de moral. Sin querer, reconoció cada una de las figuras que estaban en ella y sabía quién era bueno y quién era malo. Su amiga le había dicho que alguien estaba planeando mandar a decir que todo lo que hacía y decía era cierto pero en su casa ella había escuchado que otras personas modificaban las conversaciones para hacerle creer a la gente que lo que se decía era la verdad.
Cuando leyó los carteles, ella sola pudo saber y decir quien decía la verdad y quien mentía, luego de eso se echó a volar.