domingo, 2 de mayo de 2010

La Boca

Cuando estaba allí, me di cuenta de que esa salida merecía una parte de mi tiempo; y aunque pueda tener muchos homenajes literarios, no quería dejar de darle el mío, porque cómo poder olvidarme de un rincón tan significante de mi Buenos Aires Querida, esa que me vió nacer y crecer entre sus calles y en sus libros.
La cuestión es que no pude dejar de admirarme de ese barrio que me hizo recordar desde que llegué a mi ciudad. Todo allí es historia, y esa historia habla por sí sola. Los conventillos luciendo sus llamativos colores, pero que sobre todo emanan años. Son la piedra fundamental sobre la que se construyó esta ciudad, y es ahí donde se me cruza la idea de que las cosas son por algo, porque gracias a los inmigrantes, tenemos esa majestuosidad por sobre la que imperan esas casas de madera y chapa llenas de un fino y delicado fileteado. Y esas casas son, en realidad, cuna de nuestra cultura, de la cultura porteña.
Me maravilló poder llenarme de un estilo turístico, y poder ver a mi ciudad, a mi país desde ese punto de vista, el de un turista y poder ver lo hermosa y magnífica que es mi ciudad y la gente entre la que transito; me aburriría verla siempre desde el mismo ángulo.
La visita seguía y cada vez estaba más orgulloso de ser argentino, porque veía las calles y las casas, y todo eso me transportaba al pasado. El entrar al conventillo, además de llevarme a la secunadria cuando lo visité por primera vez, me llevó al pasado y al tratar de comprender cómo hacían las personas para vivir allí y cómo era su forma de vida. Lamentablemente, ya nadie nos puede decir cómo vivían en ese conventillo, las cosas que usaban, la posición de los muebles y la forma de higiene. Me tendré que ir de este mundo sin poder entrar alguna vez y ver lo que hacía la población en ese momento; hasta ahora no se ha inventado una máquina para regresar en el tiempo.
Luego de andar y caminar por varios puntos, he llegado hacia el lugar que le da nombre al barrio: la entrada de agua que tiene la forma de boca. Sobre este lugar no puedo decir muchas cosas. Fue horrible verlo tan sucio, mientras recordaba a esa gente que se bañaba en las aguas, que en su momento estuvieron limpias. Levantando un poco más la vista, tenía al puente que es emblema de mi ciudad, la postal de mi pueblo. Cada vez que lo miraba, me transportaba hacia el pasado y veía trabajar a la gente construyéndolo, y luego usándolo como elemento de trabajo; desafortunadamente, ahora esta olvidado pero es bueno que se sepa que todavía hay gente como yo que lo sigue recordando.
El recorrido terminó y tuve que volver al presente, pero me fui recordando que a pesar de todo tenemos cultura y que hay culturas extranjeras que les interesa nuestra cultura, porque donde estuviera, había lenguas foráneas.