viernes, 20 de mayo de 2011

El Andamio

A pocas cuadras de Plaza de Mayo podemos ver aún hoy, un andamio que fue puesto para arreglar el colegio que esta debajo de él. Ocurrió muchos años atrás y se hizo como parte de una promesa electoral de quien entonces era llamado "el Intendente porteño", que incluía a todos los colegios de la ciudad.
A pocos días de puesto el andamio, la fatalidad ocurrió. El obrero Omar Sánchez, quien había venido desde un pueblito muy austero en la provincia de Jujuy para probar suerte en la gran ciudad cayó desde más de 50mts., de espalda y haciendo rebotar su cráneo contra el piso. El sonido del impacto fue suficiente como para que cualquiera que pasara por allí lo escuchara claramente.
La viuda y sus hijos vinieron al instante que les llegó la noticia, y lo que pasó después es sabido. Millones de trámites burocráticos para esto y aquello, el dinero de días enteros de trabajo gastados en transporte, las decenas de veces que tuvo que reconocer, dolorosamente en la morgue, al cadáver de su marido y que siempre fue a partir de una cicatriz en su brazo izquierdo, fruto de un accidente que sufrió de chico jugando con su primo, quien ahora era el padrino de su hijo mayor. Fueron semanas enteras interminables para la viuda quien todavía con el llanto y el dolor tenía que cumplir con la burocracia.
Mientras ella realizaba algunos de los trámites en un juzgado, un hombre joven y de aspecto angelical se le acercó por la espalda y le dijo, presentándole su tarjeta, que era abogado especializado en esos temas y que si ella quería les podría iniciar juicio a la empresa de andamios y al Estado asegurándole que ganaría la batalla. Luego de eso se retiró.
Finalmente, Omar fue enterrado en el Cementerio de la Chacarita por decisión de su mujer que ya estaba, casi por completo, instalada en la Capital. En el andamio se colocaron flores y velas, y cada tanto se podía ver alguna mujer arrodillada pidiéndole que le diera trabajo a su hijo porque entretanto a Sánchez ya se le estaban atribuyendo algunos milagritos.
Así fue como comenzó la leyenda en la ciudad. Cada tanto, en el horario en que la gente empieza a irse a su casa y la calle se ve solitaria, se puede ver un hombre parado recostado contra la pared y la cabeza gacha como apenado y más de noche se pueden escuchar los gritos de un hombre cayendo y los ruidos de los caños del andamio que son golpeados.
Con estas cosas se fue agrandando la historia y se empezaron a decir muchas cosas, pero lo cierto es que la mujer siguió las recomendaciones del abogado y tuvo un buen rédito económico, con lo que mandó hacer un altar y un panteón en el cementerio para su marido y allí la gente podía ir a pedirle lo que quisiera, pero algunos todavía iban al andamio porque decían que el contacto con la estructura hacía milagros en ellos.
Muchos años después, la mujer supo que su marido tenía un trabajo de brujería debido a la envidia que excompañeros del pueblo le tenían y que el abogado que la ayudó a instalarse en la ciudad era un "Ser Celestial", de los cuales hay pocos y aparecen en los peores momentos de una persona con el fin de ayudarla.
La viuda nunca quizo volver al andamio porque sentía que en ella se le abría el corazón y se le cortaba la respiración, aunque ya había escuchado la leyenda. Y si hoy, cualquiera de nosotros quiere ir por ahi, puede cerciorarse de que todavía estan las marcas de las manos grabadas en los caños, producto de la pelea contra la muerte segura; aunque ya nadie quiere ir por ahi tan tarde, para no escuchar sus gritos ni ver su alma parada al lado del andamio.

1 comentario:

  1. Un cuento interesante, Lucas. a partir de una realidad urbana. Me alegra mucho leerte. Te felicito y... ¡Adelante! Cati

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